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En 1986 Shigeru Miyamoto dio vida a Link, uno de los personajes más carismáticos de toda la historia de los videojuegos y, sin duda, uno de los que más beneficios ha reportado a la compañía de Kyoto. Mucho tiempo ha pasado ya desde que el protagonista de The legend of Zelda se paseara con éxito por NES en la primera entrega de la saga, por SNES,con el mítico A Link to the Past, o por Game Boy, con el más que excelente Link's Awakenning, pero su fama continúa intacta. Estos clásicos de los 8 y 16 bits se caracterizaban por plasmar la vieja esencia de los rpg's a la perfección, con todo un mundo por explorar, personajes entrañables, múltiples situaciones y una magnífica vista cenital como acompañante. Dejando de lado estas características, el factor más relevante de estos primeros Zeldas fue la recreación de un mundo fantástico a partir de elementos simbólicos y de una mitología que nacía de los mismos personajes diminutos que, simpáticamente, poblaban Hyrule. Paradójicamente o quizás por casualidades de la vida, fue en Ocarina of Time, considerado el mejor de la saga y uno de los mejores juegos de la historia, donde se traicionó, en términos de diseño, el viejo espíritu que había encumbrado al éxito al personaje. Sin duda alguna, el poderío de la Nintendo 64 dio lugar a un monstruo de la industria, un titán cuya sombra todavía planea sobre todos los circuitos y compañías. Había nacido una estrella, eso nadie lo duda, pero ¿era realmente aquel Link poligonal, de facciones perfectas y mirada penetrante la encarnación de nuestro querido y aguerrido héroe? no exactamente. En Ocarina of Time y posteriormente en Majora's Mask, Nintendo quiso dotar al personaje del idealismo propio del arquetipo shonen por excelencia, como diría
Alvy Singer, y el resultado fue realmente brillante, pero por el camino se perdió la entrañable caricatura del viejo Link.
Por suerte esto no sucedió en las portátiles de Nintendo, que siguieron fieles al esquema clásico del personaje y nos ofrecieron títulos de gran calidad como The legend of Zelda: Oracle of Ages/Seasons o el también relevante Four Swords. No fue hasta el año 2003, con la explosión de Game Cube en el mercado que Nintendo, tras el desastre que supuso Majora's Mask, decidió reinventar la saga utilizando el Cell Shading, una nueva técnica gráfica introducida por el juego Jet Set Radio de Dreamcast. Dicha técnica se basaba en una representación gráfica alejada de la realidad con tal de emular el dibujo a mano y todas las formas que genera.Así, Nintendo lanzó esta nueva entrega que, bajo el título de Wind Waker, no dejó indiferente a nadie. Se ganó el favor de la crítica y el odio de muchos gamers, que lo calificaron de pobre e infantiloide por traicionar la estética vista en Nintendo 64. Lo cierto es que Wind Waker, a día de hoy, sigue siendo un diamante en bruto y un sinónimo de originalidad, transgresión y osadía, que se refleja en un juego divertido como pocos, con un despliege técnico y artístico espectacular, la misma historia maravillosa de siempre pero inscrita en un mar de ensueño y una dificultad ajustada. El antiguo héroe caricaturesco había vuelto, y por la puerta grande, pero la tendencia Ocarina of Time había calado demasiado hondo en las retinas de los videojugadores, que exigieron a Nintendo el retorno de un Link adulto, capaz de interceptar a espadazos los dardos envenenados de connotaciones infantiles provinentes de soniers y xboxers/segatas reconvertidos.
En estas que el pasado diciembre nos llegó la última entrega de la saga para consolas de sobremesa, The legend of Zelda Twilight Princess. Mucho se había comentado acerca de un título destinado a ser el nuevo Ocarina of Time, o al menos a seguir con su leyenda. Link había vuelto a ser guapo, grande y con caballo (pescaría truchas, también).
El juego de marras ha tenido éxito, pero nada comparable al que obtuvo Ocarina of Time en su día. Es más, por mucho que Nintendo ha inflado el globo durante su desarrollo y lo ha convertido en un pseudo-lanzamiento de Wii, parece que los jugadores teniendo lo que pedían esperaban más (otra contradicción).
Vista esta regresión en la consola de sobremesa, las miradas se han puesto de nuevo en la portátil de moda, Nintendo DS, que el pasado viernes vivió el lanzamiento de su primer Zelda, titulado the Phantom Hourglass. Y ¿saben qué? no lo he jugado pero estoy convencidísimo de su éxito. Sus bazas: Cell Shading reprendiendo el espíritu Wind Waker, control con el stylus, desarrollo clásico y, además, no se lo pierdan, vista cenital. Es decir, este juego auna todos los elementos que han hecho grande al joven guerrero y saca pleno partido a la doble pantalla de la portátil. Por fin, nuestro Link vuelve a su mundo de fantasía, a su mundo de cartoon que tanto le pertenece. Lógicamente, la aparición poligonal del personaje fue todo un hito, y así lo seguiremos viendo en esta generación, seguro, pero lo importante es que la vieja concepción del personaje no se entierre bajo los vastos prados de Hyrule, y si el medio para lograrlo es el Cell Shading, oigan, bienvenido sea.