jueves, 29 de mayo de 2008

RE-TRO-COMENDACIÓN

Después de este autoejercicio de ostracismo bloguero, retomo definitivamente el Sillón. Tal y como les prometí, lo hago inaugurando una sección retro de periodicidad todavía por estipular que espero que disfruten. La idea es dar repaso a algunas de las obras más olvidadas dentro del mundillo retro, aunque esto no significa que un día proponga una revisión personal de algunos clásicos por excelencia.

Para inaugurar la sección, he escogido a Shadow Blasters, un título de 1990 desarrollado por Sigma Enterprises y lanzado para Mega Drive que me ofreció grandes momentos durante mi primera etapa como videojugador. El esquema era bien simple y arquetípico, el demonio Ashura y su ejército de monstruos quería destruir la Tierra y el dios Hyprion recurría a cuatro de los mejores luchadores del planeta para acabar con las fuerzas del mal. Los ninjas Horatio y Tiffany, el maestro del Kendo, Leo, y el monje Marco se daban cita en el juego, presidido por un guionizado avance en scroll horizontal, para combinar habilidades y salir airosos de la fauna demoníaca. A priori, Shadow Blasters no era un juego que pudiera sobresalir fácilmente entre los grandes de la época, ya que su condición de juego de acción con plataformeo y su nivel técnico distaban de exponentes como los creados por Makoto Uchida, Alteread Beast y Golden Axe.

No obstante, Shadow Blasters disponía de una cualidad que para mí lo sitúa entre los grandes, y es, nada más ni nada menos, que su cuidada ambientación. Me explico, desde que introducías el cartucho en la consola, toda la áurea que rodeaba al juego desprendía un aire apocalíptico tan convincente que realmente parecía que la situación del planeta no podía ser más crítica. A esto contribuían unos singulares escenarios plagados de seres cuyo diseño todavía me sigue despertando curiosidad. Los bosses (algunos de ellos formidables) también jugaban un papel trascendental en este apartado, tanto que terminabas identificando el escenario con el bichejo que te esperaba en su final nada más empezar la partida. Sin embargo, el componente que conseguía climatizar toda la experiencia de juego era sin duda la música. Magistral. Acorde con todos los momentos de acción y reflexiva y circunspecta en los menús y las pocas escenas narradas.

Otro punto a destacar, era el modo cooperativo, que nos permitía jugar acompañados e ir cambiando de personaje si era necesario. Y ya que nombro a los personajes, decir que sus poderes no eran precisamente espectaculares, pero la posibilidad de irlos mejorando mediante ítems permitía aumentar su efecto de una forma resultona (aun así, el ataque especial genérico dejaba bastante que desear). No quería terminar sin hacer alusión a la batalla final (espectacular), que se desarrollaba entre Ashura y el dios Hyprion. Éste último reunía la energía de los cuatro luchadores principales para que nosotros le comandáramos en un duelo a muerte contra el demonio, en un convincente intercambio de bolas de energía en el espacio.

En general, un título señero que ofrecía cotas de diversión bajo una premisa simple pero hartamente rejugable.

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